A menudo, en el trabajo corporal o en la vida misma, descubrimos que lo que más nos duele no siempre es lo que ocurre ahora, sino la historia que tejimos alrededor de ello. Una historia que alguna vez nos protegió, pero que con el tiempo puede volverse una forma de rigidez.

Nos contamos historias todo el tiempo.
Sobre quiénes somos, lo que nos pasó, lo que creemos merecer o evitar. Esas narrativas nos dan forma, nos orientan… pero también pueden limitar la manera en que nos sentimos y nos relacionamos con la vida.

A veces, el cuerpo carga esas historias como si fueran parte de su estructura. Se tensan los músculos, se acorta la respiración, se repiten gestos que hablan sin palabras. Y sin embargo, más allá de todo eso, hay algo que sigue intacto: la experiencia viva del presente.

Cuando dejamos por un momento de identificarnos con el relato —cuando escuchamos al cuerpo sin interpretarlo— algo más profundo se abre. Surge una sensación de espacio, de posibilidad, de ser sin explicación.

Quizás ahí, en ese silencio, empieza la verdadera libertad: la de no tener que ser alguien definido por una historia, sino alguien que puede sentir y vivir, aquí y ahora.

Te invito a explorar esa pregunta en tu propio cuerpo:
¿Quién soy cuando dejo de contarme mi historia, y simplemente respiro, siento y estoy?

En mis sesiones de trabajo corporal, este espacio se abre para que el cuerpo hable y la historia se relaje. Para que puedas encontrarte, no desde lo que fue, sino desde lo que está vivo en ti ahora.

08 - 10 - 2025